Pocos saben que este cuadro, de mi tocayo Gustave Caillebote, cambió totalmente la historia del arte. El asunto fue el siguiente: en 1876 los impresionistas intentan atacar a los burgueses exponiéndoles los esfuerzos que unos pocos hacían para que su casita luciera bien. A los burgueses no les gustó, y prohibieron el realismo. El que paga manda, y a nadie le gusta ver la realidad.
Por eso odio el impresionismo posterior a este cuadro. Es una vomitiva impostura.
viernes, agosto 27, 2010
Negarse a ver
Publicado por Gustavocarra en 9:48 p. m.
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11 comentarios:
Cuando el otro día leí este post me escandalizó un poco tu diatriba contra el impresionismo. Seguía teniendo a este movimiento, a pesar de su tendencia al desvanecimiento de la forma como él final de un ciclo grandioso en el arte europeo. Tras el ya nada sería lo mismo. Pero estoy leyendo un libro, regalo de Marco: "La revolución del arte moderno", de Hans Sedlmayr. En él se establece un vínculo entre la pintura para la que el objeto ha dejado de tener importancia y la pintura no figurativa. Dice que esencialmente son lo mismo. Esta línea tendría incluso antecedentes en cierta pintura holandesa del barroco. Pero lo que me anima a escribir este comentario está más en relación con el anterior post en el que aclaras tu relación personal con el arte. Ya conoces el libro en el que Freud analiza al personaje de Leonardo da Vinci. Dice si no recuerdo mal (hace ya mucho) que Leonardo tenía una doble naturaleza o vocación, la de científico y la de artista. Si bien en un primer momento parece dominar la primera, el impulso del análisis, del conocimiento objetivo acaba venciendo. Se me han olvidado los argumentos freudianos pero ya los imaginas: infancia relación madre hijo. Todo aquello. Pero ¿por qué traigo aquí a Leonardo? Porque me parece que tu afán de conocimiento es demasiado general para los tiempos que corren. Y tienes además una sensibilidad artística muy desarrollada. En otra época tal vez hubiera sido más fácil conjugar ambas facetas pero no en ésta. Se suele argumentar el volumen de los conocimientos actuales, su tamaño inabarcable. Pero nunca nadie (sensato) ha pretendido saberlo todo. El problema es más bien, creo de mentalidad. La mentalidad general, me refiero. La que impregna nuestra época, la que es difícil percibir y por tanto de la que es difícil librarse. El arte premoderno tendía puentes entre el mundo objetivo y el subjetivo, eran los puentes del símbolo, inscrito en una tradición. El arte moderno se quiere autónomo, respecto de la realidad objetiva y de cualquier tradición. El resultado es que la ciencia no satisface porque no puede dar respuestas en el plano de la subjetividad. Pero el arte tampoco por su deriva subjetivista, que se desentiende del mundo objetivo.
¿Quieres saber mi opinión sobre el arte contemporáneo?
Lo mejor que puedo decir de él es que gran parte es biodegradable.
En fin, no te escandalices tan pronto, mi querido Pablo. Sólo era una reflexión sobre 1876. Un año de decepciones terribles en el arte.
Es el año en el que Degas deja de pintar bailarinas y pinta el cuadro más depresivo de la historia, este. Es el año en que, después de estar una temporada en el infierno, Rimbaud se alista en el ejército holandés para irse lo más lejos posible después de abjurar de la poesía, diciendo, curiosamente, que conducía a la locura.
Es también el mismo año en que Van Gogh abandona Paris "resentido por cómo el arte es tratado como una mercancía".
Caillebotte era casi como el jefe de los impresionistas. Justo por ese año recibe una suculenta herencia que le permite liberarse de vender su obra. Además, era ingeniero. Le paga los estudios a Monet, el que inspiró la propia palabra impresionismo, quien en 1876 tiene que ver cómo su mujer adquiere la tuberculosis que posteriormente le lleva a la tumba.
Continúo
Vale. Y no te interrumpo. Pero no creo necesario entre nosotros poner comillas al verbo escandalizar.
Me encanta la respuesta que da Moravia a Pasolini en esta entrevista sobre el escándalo dentro del documental "Comizi d´amore":
http://video.google.com/videoplay?docid=-9097138874997594919#
Sobre el ensayo de Freud y aquello de que si era buitre o no era buitre...
Este ensayo está muy condicionado por las casualidades y porque Freud andaba bloqueado por lo que el llamaba "inhibición neurótica", en otras palabras, tenía una digestión pesada igual que yo este verano. Quien mejor como ejemplo de manejo de voluminosas cantidades de datos que Da Vinci, quien por cierto, en la lista de artistas de Lorenzo de Medici estaba como músico.
De lo que trato en estos post es del miedo al arte, de la "inhibición neurótica". Esa ausencia de restricciones para la creación (en el arte es necesario des-inhibirse) crea una intensa sensación de peligro en grandes grupos de la población, y me preocupa.
El caso es que para ser científico, un gran científico, antes del paso de la formalización es necesario ser artista. Y lo llevan fatal.
Hace dos años, viendo Aniki-Bóbó, alguien me dijo que era mejor hacer lo que te mandaban. Ese tipo de personas no sólo prohíben el arte, sino que por lo general, cualquier manifestación de las emociones, por ese miedo del que hablo. Y condicionan. Y da mucha penina.
La solución está en desdoblarse: permitirse las emociones sabiendo que no son realidades físicas y siempre dentro de la responsabilidad: El auriga.
Y luego pasar al serio y concienzudo trabajo de formalización.
Vamos, que el ensayo lo hizo como una autoterapia. Eres un lince. Yo continúo, pero interrumpe cuando quieras. ;)
Finalmente, y después de unas semanas terribles, creo que comienzo a entender. La sopa va tomando consistencia y los ingredientes van armonizando.
Creo que en el diálogo de Pasolini y Moravia hay parte de la respuesta. Es curiosísimo el vínculo entre el racionalismo y la "capacidad" de no escandalizarse.
Y digo bien "capacidad", puesto que apuntan que es algo que se debe conquistar, que no es natural debido a la tendencia a defenderse.
El miedo al arte es una defensa, un vértigo. Freud hizo su propio viaje iniciático ante el Moisés y ante Leonardo, y sucumbió a ese miedo. En realidad, se buscaba a si mismo. A mi también me pasa en Italia.
El artista sabe ir y volver.
Ahora, después de este verano, me toca volver.
Y también está lo de sacudir a los inconformistas, porque en ellos está la raíz del fascismo. El deseo de normalidad.
Sin embargo, esto es de una gran ambigüedad. Es como si existieran dos normalidades: la normalidad conformista, y la normalidad del que no se escandaliza.
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