Los Ángeles aman nuestros llantos,
ávidos de ese rocío;
a veces somos de los suyos
por nuestras mejillas humedas.
Y cuando se alejan secan con un golpe
de alas nuestro rostro,
sin verlo nunca tan puro,
y ya lejos de nosotros…
Y puesto que se alimentan de nuestro sereno llanto, son terribles los ángeles. Hecha su labor se retiran sin ni siquiera pararse a contemplar un instante el producto de su obra, se disipan dejando un rastro de perfume, cuando el sol radiante seca el baño de lágrimas dejándonos el rostro en la más óptima limpidez.
Es hora de batir las alas para secar esas lágrimas que he ido dejando. Será un trabajo tan lento como parir a Geshemel. Y también instructivo para quien va a tener que hacerlo. Ya no abrigo duda alguna al respecto.
Mi querida Tris, tu hiciste de mi lo que soy. Necesitabas llorar tu derrota y tu ausencia. Necesitabas raíces. He intentado arrancar perlas puras de tus ojos, elevarte cerca del rostro divino, ser adalid de tu ejército victorioso. Recordarte cómo el mundo se estremecía con nuestros cantos crepusculares. Reconciliarte con tu afán de pureza. Pero tu esencia angélica es más fuerte que la mía: aún siento apetito por tu mano, aún recuerdo cómo nos hablábamos como niños, y eso no está bien. No podemos dejar que las tentaciones nos aten. Es preciso crecer.
Pisacharcos, tú me salvaste finalmente, pero yo no he podido hacer otro tanto. Sólo después de la lluvia torrencial me confesaste que te hacía inmensamente feliz. Pero yo sólo soy un espíritu, un soplo, un Harmattan. Te prometí no darte tregua, y sabes que jamás dejo de cumplir una promesa. Estuve a punto de caer por ti, tal es el amor que te tengo. Pero soy más útil con mi abrigo negro y mi furia. Soy más necesario provocando la lluvia. Aunque hoy pienso en ti, y mañana probablemente también.
Y mientras tanto, hay una mujer que pasea con sombrilla por las calles de Alicante y tira papelitos al aire con una pierna apoyada en la pared, muriéndose en esa lluvia impostada y negándose al regalo del sol. Y no alcanza redención. Y el que eso me conmueva, pero no me afecte, es lo que definitivamente ha hecho de mi un Ángel.
Todo Ángel es terrible.