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Cinco años de Don Quijote

Este blog, como su nombre indica, es el registro de un periplo personal, una bitácora.

Hace cinco años comencé una etapa diferente en mi vida, y me planteé llevar un registro. Precisamente porque se trata de un camino, todas las opiniones que vierto son provisionales, un intento de comprender y recapitular. También es un experimento literario. Algunas de las personas a las que me refiero son reales. Otras son en realidad una mezcla de referentes, de varias personas distintas que me permiten crear un arquetipo con el que dialogar. Es un poco como Pirandello y Unamuno.

Con ese velo puedo reconstruir mis momentos emocionales, aquello que me ha inspirado y preocupado durante estos cinco años y ponerlos en perspectiva. Creo que ha sido una experiencia muy bella, y la dejo aquí para disfrute de todos.

Hasta siempre.


viernes, abril 10, 2009

Terremotos y oráculos

El hombre es un animal de realidades.
Xabier Zubiri


Me acuerdo cuando Tristram y yo leíamos "Rayuela", de Cortázar. Sin ninguna dificultad identifiqué al personaje de "la maga" con Chus. Con el tiempo se hizo una sabia erudita en el tema. Era su destino.

Finalmente, Ayer, el encuentro casual que tanto necesitaba, se produjo. No en la "Tertulia", sino mejor, en el "Friends". Y no me defraudó. Sucedió aquello que imploré: un oráculo inserto en los libros de la oscuridad. Alguno de tus ensalmos.

"Terremotos", me dijo. "A veces es necesario que haya un terremoto para poderte construir de nuevo".

Queridísima Chus... si tu supieras... Demasiado tarde. Ya he montado el terremoto incluídas sus correspondientes réplicas. Y tienes razón, no existe ningún otro modo. No hay otra forma Es triste, es desgarrador...

Chusa, me duele aún más que la última vez. Aquella vez en que el dolor cesó con el abrazo de Tristram,que ya no necesitaba. Pero el abrazo que me diste, ese abrazo sí lo necesitaba de verdad. Gracias por aparecer cuando lo necesito. Muchísimas gracias, Chus. Porque a los ángeles también nos guardan otros ángeles más perfectos.

Eran las cuatro de la mañana. No alboreaba. Ni aun barrunto de ello.

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