Ya he recibido los cincuenta latigazos por mi conato de sublevación. Ya he rumiado mi odio bajo el catre de otros acompasado por crugidos de cuadernas carcomidas. Ya la boca reseca ha vomitado todo el ron del mundo y me he tambaleado desacompasando las olas y ya he recibido sepultura en el lugar más profundo del océano sin apenas ceremonia.
Porque yo sé que existe Terra Australis Incógnita, o por lo menos algún atolón con gente amable aunque algo cleptómana para ofrecerles mi alma y también tal vez unos pocos clavos de acero.
No sé si te acuerdas, Tris: año 1994: aférrate a mi cruz, dijiste. Y desde entonces no he hecho otra cosa en mi vida, aunque ahora la cruz ande por otro monte, que siempre es el de la calvaria. Si he de beber este cáliz, que tenga más de cuarenta grados y me aturda.
Amén
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