Radetzky, Lou Andreas-Salomé, Robert Musil...
Fue un Grand Tour hacia mi mismo... siempre lo es. Lo que no sospechaba es que aún no ha terminado. Hace tiempo leí "Viena infame y genial" de Joachim Riedl. Enlazo aquí, muy oportunamente, el comentario de Luis Antonio de Villena, a quien mando un afectuoso saludo. Poco recordarás de aquella noche de intensa conversación en la que tuve el placer de acapararte para desesperación de Salomé. Es una maldición: siempre me pasa. Si tienes interés por saber como acabó la historia, te diré que por momentos se parece a la ópera de Richard Strauss, o mejor, a la obra de Oscar Wilde, de la que tanto hablamos la noche del Gato Negro, aquella compañía de brujas y malos presagios que se cruzó en nuestro camino. Al bautista, el precursor, le cortaron la cabeza. Herodes siguió haciendo judiadas, Salomé acabó en la misma ciudad donde acabó Lou Andreas (que extraña que es la vida, señor) y Yo, que aún no he salido de la maldición de aquella noche, continúo viajando y sin entender nada en esta vida de opereta. En un arrebato me hice una burrada de kilómetros visitando todos los territorios de Kakonia y finalizando en Solferino. Pasé por Viena, hice noche en Marienshilfe y procuré evitar la Mozarthaus. Y lo peor de todo: un extraño personaje, un holandés, coincidía con nosotros de forma absolutamente casual en varias ciudades: el holandés errante, tal vez mi trasunto. Acabé, como Tú, en la enseñanza, eligiendo Villena como mi primer destino.
Luis, ya se ve el final del viaje. Ya veo las llanuras de Valladolid, llenas de niebla y confusión, pero no me engaño: estoy llegando a casa, lo sé. El sortilegio ha prescrito, las nieblas de Valladolid se dispersarán, y me espera mi padre (mi capitán) interesado para que su hijo le complete la vida con sus relatos. Y para ello no tengo casi que moverme del sitio. Ah, Ítaca.
Déjame visitarte algún día, tal vez en el Café Gijón. Entre tanto, reproduzco un poema mío de aquellos entonces. Me lo han pedido, allá cada cual...
Canto a mi mismo (que no soy Walt Whitman)
Canto, leve la voz, y digo que es hombre,
de corazón, argivo y divino, flor de asedio,
y por demás tierno
de emoción, y se nota, y se advierte
apenas le es dado abrir los ojos.
Cántome, cabellos de capricho, a esa
endeble funda de mi cuerpo débil
conózcome del fuste mil historias
y otras tantas cicatrices
por llevar mejor la cuenta.
Canto a la monodia cotidiana
que me abriga y parapeta
y sentido otorga al sentimiento
y hace alquimia con el aire.
Canto a mis pasos, de justa indumentaria,
hasta en invierno,
a ese temerario afán de comprender,
a la proa veleidosa
de este canto rosarial de lunas agotadas.
Alboroto de pardales
de tus labios
de la perpetua memoria, del cristal
de minúsculos clamores
como colores de un poncho
que sobre la piel tiende
el incordio indispensable de la lana.
Canto al ánimo bastante
que me ocupa a duras penas la jornada
a las armas y varones
que hospeda mi corazoncito argivo
y a la Helena imposible
arrojada de mis brazos, débiles cañaverales
tan verdes y baratos.
Como las caricias, y el amor que me sacaron.
Como el cajón donde reposan, vivas y anhelantes.
Como este canto que es cuanto, Yo, que guardo.
La degollación de San Juan, de Bartłomiej Strobel, Pintor polaco de la escuela checa, uno de mis favoritos en el Museo del Prado, que aún aguarda a que alguien cree su artículo en wikipedia.
Actualización
Aurora me ha llamado y me dice que aún conserva grabada la entrevista que hicimos a Luis Antonio de Villena. Documento histórico, sin duda. Tengo ganas de oirlo.
domingo, noviembre 23, 2008
Poemas de juventud y la Mozarthaus
Publicado por Gustavocarra en 11:56 a. m.
Etiquetas: Compás de espera
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