Sigo a Simone Schnall desde hace un par de años. Para ser sinceros, me tiene subyugado y rendido: es la mujer más atractiva y especial que existe. Es profesora de psicología social en Cambridge, y tiene alguna de las propuestas más revolucionarias y a las que más me adhiero, si bien tiene la suficiente humildad como para advertir que se trata de hipótesis y especulaciones. Sin embargo, como biólogo veo una fenomenal consistencia y una gran capacidad transformadora en sus propuestas, y obviamente apuesto por ellas.
Simone pone tremendamente el dedo en la llaga de que hay detrás del meollo de la mayoría de dinámicas sociales. Da la respuesta a la pregunta de porqué un pequeño grupo de idealistas se convierte en dogmatismo y religión dura: la tendencia a contaminar conflictos cognitivos con conflictos afectivos. He realizado publicaciones sobre conflictología, y he seguido análisis conflictológicos en wikipedia que avalan estas posturas, e incluso aporté mi propio ensayo al respecto en la wikipedia en castellano. Cito unas palabras:
Muchas personas que consideran el conflicto como un mal absoluto se fijan en un sólo tipo de conflicto: el conflicto afectivo, de tipo emocional y disfuncional, en el que la gente juzga a otros de forma personal y vindicativa (crítica agresivo-pasiva). No obstante, cuando el conflicto es sobre ideas y no sobre personas -conflicto cognitivo- se generan mejores decisiones porque se toman en consideración más opciones...
Simone Schnall propone que la circuitería emocional tiene una base corporal e incluso espacial. Así mismo propone que la disposición del entorno predispone hacia ciertas conductas en el comportamiento social. Un paradigma de ello sería la limpieza. Schnall encuentra su origen en la mutua desinsectación como forma de establecimiento de vínculos en los primates.
Muchas religiones, como el judaísmo, tienen un elevado sentido de lo puro y lo impuro. Después de todo, la genealogía de la moral puede tener bases no adaptativas, sino como efecto secundario de otros comportamientos. Pero el mecanismo concreto puede ser más apasionante que su mero enunciado.
Leedme a Simone, por favor: estoy dispuesto a compartirla.
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