Mis queridos alumnos:
Puesto que estáis de exámenes, y que no serán precisamente fáciles, aprovecho esta semana para hablaros de un paper que me lleva a algo personal. Existe en casi toda América un avecilla, que según el país llaman "bicho feo" o "bienteveo". En Argentina era el pajarillo que me despertaba. Ahora bien, cuando los argentinos le llamaban "bichofeo" por la interpretación onomatopéyica de su canto, lo decían con un tono burlón cercano a la entraña. No creo en absoluto que "bicho feo" fuera despectivo para ellos, ¿no, sin remedio?
El matiz afectivo de los recuerdos lo es todo. Lo pone de manifiesto este curioso paper:Annett Schirmer (2010): «Mark My Words: Tone of Voice Changes Affective Word Representations in Memory» PLoS ONE, 5(2): e9080. doi:10.1371/journal.pone.0009080.
Como sabéis de las clases de lingüística, una gran cantidad de información se transmite en la forma en que se modula y percibe el tono de voz. Lo tiñe de matices afectivos. Existen recuerdos a los que no accedemos con viveza ni frecuencia, pero que nos influyen. Otros recuerdos los sepultamos. Y en definitiva, un antiguo amor es una mezcla compleja de una modulación de la voz deliciosa mezclada con vivencias, tal vez dolorosas. Por ello es tan paradójico e intrigante.
Una gran parte de nosotros es prosodema y lingüística inmanente. Una gran parte de nosotros es erosión, arrastre y sedimentación. Una gran parte de nosotros es apilamiento de conglomerados.
Un mismo pajarito puede ser bicho feo o bienteveo.
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